Jorge Folch
(1926-1948)
Había suficientes parras en tus párpados
para dormir al sol, si así te parecía:
yo sé que sabías eso y también que yo recorro
las mismas calles que cruzaste intentando
convertirlas en múltiple escenario de ti mismo,
las noches que volviste mosaico de ocios o de sueños,
antiguas piezas únicas hechas de alcantarillas dominadas,
de cementerios asaltados, un solo desierto o arco
tensado para extremar, para extremar en lo posible
y hasta el fin la vida. Y yo sé, yo te acompaño
o te conozco sabiendo sobre todo que quisiste
ser hijo de un pretor de Tarragona,
llamarte Creso Livio, nacer de una uva azul
y ser el sátiro y el mago y varios faunos
y que a través de extraños poemas sólo tuyos
conseguiste serlo antes que el agua
a los veintiún años te negara
la vida y las palabras. (No sabes cuántas veces
he repasado tus ojos y tus manos mientras
inútilmente buscaban salir de la cisterna
ni cómo he maldecido el por qué no pensaste
que había llovido demasiado).
Y aunque cuarenta años pasan como nada
cuarenta forman el estúpido espacio
que nos separa -cuarenta de tu alumbramiento
al mío, casi cuarenta de tu muerte a ahora.
Pero mentirá quien diga que no nos hemos conocido.
Porque más allá de las ciudades y la sangre,
de verso en verso alguna vez
se anula el tiempo -o quizá soy yo, que te recuerdo.
(C) Santiago Montobbio
Hospital de inocentes
Vedme: tengo ajustadas las mandíbulas,
y recta la nariz entre los ojos
de acero azul. Me llamo Creso Livio;
mi padre fue pretor de Tarragona
y era romana la robusta virgen
que le dió el mediodía de su vientre
y a mí la sangre blanca de sus pechos.
Superviviente soy de la patricia
raza de los felices; de la muerte
sé nada más que es, y sólo pido,
a su llegada, un buen telón de fondo.
Hay suficientes parras en mis párpados
para dormir al sol, si me parece.
Y no falta al afán de mi colmillo
- de mujer, de caballo o de ternera -
un pedazo de carne cada día.
(C) Jorge Folch
A los neuróticos