Anna Xalabarder: la mirada de la poesía

La fotógrafa y el poeta: Anna Xalabarder y Santiago Montobbio

Por María García Esperón

Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) ha revelado en su libro más reciente La poesía es un fondo de agua marina, (Barcelona, 2011) cómo el ser humano puede percibir el mundo en su dimensión poética y expresar la naturaleza maravillada de esa percepción a través de las palabras. 
La experiencia estética es la inminencia de la revelación, según la insuperable fórmula expresada por Jorge Luis Borges. Ese invisible trémulo inefable, ese ya va a suceder que sucede es apresado y liberado por Santiago en su poesía. 
Anna Xalabarder, desde la imagen, comparte el mismo don. Fotógrafa de honda sensibilidad hace ver con la lente de su cámara lo que ve el ojo de su mente. Las fotografías que por amistad viene haciendo del poeta en paisajes que ambos transforman con su solo estar son el testimonio raro por precioso de ese momento en que   la mirada de la poesía hace surgir, inefable, trémulo, invisible, un universo.

Venecia. Foto: Anna Xalabarder
Estas fotos de Anna vienen apareciendo en Internet acompañando las publicaciones que a propósito del poeta se realizan en los ya incontables espacios de quienes seguimos la poesía de Santiago. Los buscadores de imagen las resaltan al inquirir por el nombre del poeta y es verdaderamente precioso por raro el poder leer un poema de Santiago y contemplar al mismo tiempo la mirada de Anna Xalabarder.

Para una verdadera mirada humana, todo momento debería ser originario y originante, maravillado de su infinitud estricta, de su sagrado irrepetible, de su eterna vida fugaz, de sus reflejos. 

La mirada de la poesía nos revela  un concierto de sentidos despiertos, realidad auroral memoriosa de sus sueños, atravesada de amor soñado que quiere ser vivido plenamente al escribirse. 
La mirada de Anna Xalabarder nos pone en contacto con la conciencia creadora de un poeta que se llama Santiago Montobbio y para quien, como dice Borges en un libro de Diálogos, todo momento debería ser poético.

Venecia. Foto: Anna Xalabarder

Santiago Montobbio en La Vanguardia de Barcelona




El diario La Vanguardia, uno de los principales medios informativos de España, dedicó su sección "El Creador" a Santiago Montobbio el 6 de marzo 2012. Con el título de "El arte es misterioso", (una de las frases que identifican al autor) el periodista Rafael Lozano ofrece un panorama muy completo desde la irrupción deslumbrante que hizo un muy joven poeta en el panorama literario hispanohablante, sus veinte años de silencio, la explosión creativa que supuso La poesía es un fondo de agua marina y su quehacer literario actual: "la prosa reflexiva de raíz francesa que también enlaza con la poesía".
Rafael Lozano participó además en la presentación de La poesía es un fondo de agua marina en el Centro de la UNED de Barcelona, el 14 de marzo de 2012, como fue informado en la Agenda del día de La Vanguardia.

Ebooks de Vanguardia

En una iniciativa muy innovadora, La Vanguardia ha publicado algunos libros electrónicos que llama ebooks de vanguardia. En uno de ellos  “Creadores (literatura)”, recoge a los escritores a los que se  ha dedicado esta sección. Uno de los capítulos de este libro es precisamente el centrado en Santiago Montobbio: "El arte es misterioso" .

Foto: La Vanguardia

Palabras para la revista BABEL en la Sala Eugenio Montejo de la Biblioteca Los Palos Grandes el 2 de junio de 2012

Foto: Anna Xalabarder
La clausura de unos coloquios sobre Edición de Revistas en Caracas y una petición de la revista Babel han sido motivo para que Santiago Montobbio componga el siguiente texto, donde se entreveran vida y reflexión literaria en una lectura tan lúcida como develadora de la evolución de la lengua, la cultura y la poesía desde la generación del 27 hasta la primera década del siglo XXI. En un muy emocionante recorrido, Santiago dobla y desdobla el mapa hispanohablante desplazando los tópicos para que revelen nuevos sentidos. "La literatura es la lengua en que se escribe", dice este poeta nacido en Barcelona,  que ha sido publicado en las revistas más importantes y renovadoras de Hispanoamérica, que es leído, traducido y comentado en francés, inglés, portugués, rumano e italiano y cuyo último libro, La poesía es un fondo de agua marina, cifra y descifra el laberinto del mundo. (María García Esperón)

Fuente: Le Chasseur Abstrait. Revue d’Art et Littérature, 
Musique

En enero de 1988, y después de llevar varios años escribiendo de un modo tan
silencioso como intenso, me decidí a enviar por primera vez por correo algunos de mis
poemas a alguna editorial, y también algunos a una revista. Tenía veintiún años, y
ninguna confianza en la utilidad de este procedimiento, en el que no creía. Los poemas
que envié a la revista eran solo cinco, con la intención o la esperanza de que así fuera
más posible que los leyeran y no fueran a parar directamente a la papelera, y era una
revista elegida también con toda conciencia: la Revista de Occidente, donde más
hubiera deseado publicar mis poemas, empezar mi vida de poeta, ahora que con timidez
me decidía a hacer este gesto para ello, y que a la vez resultaba un sueño, precisamente
por el acierto obvio de la elección, ya que allí se había publicado Cántico de Guillén, o
el Romancero Gitano de Lorca, y era, en fin, la revista del 27, esa generación de plata u
oro para nuestra cultura que es la generación de la República y a la que a veces también
se le ha llamado con el nombre de la revista que fundó Ortega. Ante mi asombro, un
tiempo después me llamaron a casa para pedirme mis datos y para pagarme, a la vez que
me anunciaban la publicación de mis poemas. Fue mi primera publicación como poeta,
y me honro en indicarlo siempre así: “Tres poemas”, en su número 84, de mayo de
1988, dentro de un número de homenaje a Marañón.
Mi vida de poeta empieza en una revista, y creo que no puede ser casual sino que es
muy, especialmente significativo. Y empieza con una acogida abierta y generosa ante el
aprecio espontáneo por mis poemas, que son los de un desconocido que los había
mandado por correo. Y esto también es significativo, y será igualmente una constante en
mi vida.
Perdonen que hable de mi vida, al querer hablar de las revistas, y de una revista de
cultura, pero me temo que es inevitable que así sea, pues están entremezcladas con ella,
con mi vida, forman parte de ella, y en su compañía he nacido y crecido. Mi deseo y
decisión de enviar poemas a una revista (y tan determinada y elegida), además de a
alguna editorial, la primera vez que me decidí a hacer este acto con mi poesía, también
es sustantivo y está lleno de sentido, y responde a la conciencia de la sustantividad
propia que tienen las revistas en la cultura de un país, en su misma vida. Las revistas
tienen un papel y cumplen una función insustituibles para la vida cultural de un país, y
yo lo sabía muy bien, como es natural saberlo, pero además, en mi caso, y como he
dicho, era una realidad que formaba parte de mi vida diaria y de familia. Mi padre fue
uno de los fundadores de la revista El Ciervo en la Barcelona de 1951, y colaboró
activamente en ella durante sus primeros años y publicó allí algunos artículos que en su
época fueron relevantes. Como, por ejemplo, la entrevista que hizo en 1958 a La Pira, el
alcalde y médico humanista de Florencia, y en la que éste decía, guiado por mi padre,
que creía que sería buena una monarquía para España, lo que quería decir también,
claro, una democracia –pues los monárquicos, los juanistas, como mi padre, eran
demócratas. Fue la primera vez que esto se dijo en la prensa y de modo público en
España y en plena dictadura, y quizá y seguramente por el respeto y prestigio inmenso
que tenía y suscitaba La Pira fue por lo que pasaron a imprenta. Este artículo suele
incluirse en todas las recopilaciones y panorámicas de la revista, y estuvo ya en la
primera, en el libro Generaciones nuevas, palabras nuevas, publicado en Madrid por la
Editorial Euramérica en su colección Mundo Mejor en 1960 (Juan Manuel Montobbio
Jover, “Visita a La Pira”, páginas 246-250). Mi padre cubrió también desde Roma para
la revista la elección de Juan XXIII, que le dedicó su portada y que fue fundamental
para este grupo de barceloneses que como católicos tenían vocación de universales, y la
sintonía que sintieron con él, y lo quisieron tanto. Y les despertó tantas esperanzas,
acordes con las de su corazón. Porque El Ciervo fue una revista cristiana pero abierta,
en las antípodas del catolicismo oficial del régimen, y de mentalidad también abierta y
moderna en todos los aspectos de la cultura y que resultaba así una excepción y una
ráfaga de aire fresco en la oscura España de entonces. Puedo, o quiero, poner otro
ejemplo de familia, y que por esto sé bien. En Usos amorosos de la posguerra española,
Carmen Martín Gaite comenta que se ha pateado las hemerotecas y ha leído y
consultado toda la prensa de la época, y que lo único que ha encontrado que por
mentalidad y posiciones y actitudes morales pudiera considerarse moderno y
equipararse a lo que se decía por parte de los médicos en otros países de Europa era una
serie de artículos publicados en El Ciervo por mi tío Luis Montobbio Jover, ginecólogo.
Así era El Ciervo, y es, o ha de seguir siendo. Porque la revista continúa publicándose,
y el año pasado cumplió sus 60 años. En 1991, con motivo de su cuarenta aniversario, el
rey Juan Carlos le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, en un acto
en el Museo del Prado, y en el que le concedió la Medalla también a otra revista, y que
era la Revista de Occidente, donde, como sabemos, publiqué por primera vez como
poeta. La vida está llena de casualidades o misterios. Ese número en que se publicaron
mis poemas estaba dedicado a Marañón, por quien mi padre sentía fervor, y escribió en
El Ciervo un artículo a su muerte. Con motivo de su fallecimiento, se publicó un
número elevadísimo de artículos, y un comité eligió tres entre ellos, y uno fue el de mi
padre. Que era un abogado y no un escritor profesional. Era una persona que escribía
por placer y por afición, con amor. Pero es así como se ha de escribir, y ha de escribir
también así, siempre, un escritor. Es una verdad y una lección que no ha de perder
jamás de vista.
Siento que me pierdo, pero a la vez que quiero perderme, entre mi vida y mis recuerdos,
pero también que desde ellos me encuentro y vuelvo al tema, a las palabras que quiero
escribir sobre las revistas de cultura y más en concreto sobre Babel, que es quien me las
pide. Pero no pueden ser unas palabras de trámite o compromiso sino que son, han de
ser –como se ve- inevitablemente sentidas y enraizadas en mi vida. Y en ella estoy, o
me veo, en el hotel de las Ramblas o junto a ellas en que se alojaba Angelina Muñiz Huberman la primera vez que vino a España. Le di, ya en tristes fotocopias, mis
primeros libros, Hospital de Inocentes, de 1989, y Ética confirmada, de 1990, y un
ejemplar de Tierras, publicado en Francia en diciembre de 1996. Angelina se interesó
por esta editorial francesa. Allí, en Francia, publicaron este libro, y Francia empezó a
ser y seguirá siendo siempre y de modo extremo una tierra de acogida para mi poesía.
Quizá lo veremos. Angelina nació en Francia, en 1936, y la acogió México, otra tierra
de acogida, que lo fue (y no Francia) para los exiliados españoles. Angelina es una niña
del exilio, y forma parte del grupo de escritores hispano-mexicanos, los que fueron
niños o muy jóvenes al exilio en México, y, aunque españoles, han desarrollado toda su
carrera de escritores allí. Angelina se interesa por esta editorial de Francia y hablamos
de las dificultades editoriales que padece la poesía. En efecto, yo –y bien lo ve- no le
puedo llevar libros de esta extensa obra de juventud que en forma de tales no volverá a
salir sino muchos años después. Y Angelina me dice: otro camino son las revistas. Y me
acordaré muchas veces de ella. Porque es una verdad que yo ya sé, pero que comprobaré
cada vez más con el paso de los años, de los días. Lo sé, pero es sabia Angelina y son
sabias sus palabras, y dicen las cosas como en verdad son, como es: las revistas son otro
camino. Constituyen otra puerta y otra posibilidad para la cultura y la vida de un
escritor y de un país, y por ello son en verdad y como decía realmente insustituibles.
Porque cumplen una función y desempeñan una labor que omiten las editoriales y que
resulta esencial y no hay otro camino (son otro camino, Angelina) dentro del mundo de
la cultura en que ésta pueda andar y se pueda cumplir. Las revistas de cultura son
esenciales para un país, e insustituibles. Lo quiero repetir, quizá porque sé que en el arte
hay que insistir, que el artista insiste, y que lo hago así un poco como lo dice Ramón
Gaya: “Yo no repito, insisto”. Y repito e insisto, también, porque quiero y es verdad, y
yo puedo ser ejemplo y prueba de ello, de que es así, e ilustrarlo mi vida de escritor.
Pasarán diez años hasta que consiga publicar otro libro (El anarquista de las bengalas,
en 2005), pero durante ellos mi obra se irá dando a conocer y divulgando cada vez más
a través de las revistas, a veces en conjuntos muy extensos, casi libros (así los
publicados en La experiencia literaria, de México, o Atenea, de Puerto Rico), e incluso
con una edición exenta y como tal, como encarte de la revista, tal lo fue de la mexicana
Literal en 2003 Los versos del fantasma. Mi poesía es acogida por las revistas, que le
abren las puertas con decisión y generosidad, en Europa –y así aparece en grandes
revistas de París, Londres, Bruselas, Dublín o Roma- y también en América, en muchas
de ellas, revistas emblemáticas –La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, de
México, o Casa de las Américas, de La Habana- y revistas que apoyan mi obra y
apuestan por ella y la acogen de manera reiterada en sus páginas, como Acequias en
México o Babel, en Caracas. La acogen desde el primer día, al conocer mis poemas,
enviados desde España. Mi poesía anda y circula en las revistas de América y gracias a
ella, se publica en su idioma y sabe que en ellas está en su casa, porque es realmente así
y también y sobre todo porque ellas así lo quieren. Y así me acuerdo de las palabras de
Angelina (“las revistas son otro camino”), que enuncian una verdad que ya sabía pero
que la expresan como más realmente es y podré comprobar en innumerables ocasiones a
través de muchos años. Y esto tiene diversas causas. A ello iremos, pero de momento
continúo. Y así preciso que el hombre y sus inclinaciones cambian poco, y por esto
puedo hablar en presente de este fenómeno además de en pasado, pues las revistas han
cumplido esta función en esta época –años y años- de mi vida que refiero pero también
ahora la siguen cumpliendo. Así, el primer conjunto de los poemas que escribí en mi
vuelta a la escritura en 2009 se publicaron en enero de 2011 en la revista mexicana
elpoemaseminal con una muy bella presentación de Angelina, y salieron por primera
vez en libro en París en abril de ese año 2011 (La poésie est un fond d’eau marine,
Éditions du Cygne, Paris, 2011). Otra vez Francia, y México, y las revistas, que, como
se ve, han sido los primeros –países y medios- en dar a conocer esta nueva poesía. Y es
que las revistas siguen cumpliendo esta función de avanzadilla o punta de lanza en el
mundo de la cultura, y son las que primero dan a conocer las obras (las cartas de Van
Gogh se publicaron por primera vez en Mercure de France, que aún perdura), y también
permiten muy amplias posibilidades. Así ha sido otra revista, Tonos Digital, Revista
Electrónica de Estudios Filológicos, de la Universidad de Murcia, la que en su número
22, de enero de 2012, ha publicado un libro de conversaciones con la traductora y
especialista en mi obra Amaranta Sbardella, de la Universidad de Siena: Escribo sobre
el aire del olvido. Digo las dos cosas, y digo bien: es un libro y lo ha publicado una
revista. La generosidad de su director, José María Jiménez Cano, lo ha acogido y ha
permitido que desde ella se dé a conocer. Era ésta la precisión que quería hacer, y, una
vez hecha, y como prometía, continúo.
No he recopilado todos los números de Babel que tengo, porque no quiero hacer un
estudio sino hablar desde el sentir. Tengo en las manos algunos. Entre ellos, el número
44, de abril-junio de 2004. Se abre con un texto titulado “Camí del Nord o del Canigó
1939 Rememorando el exilio 2004”, en el envés de la portada, y sus primeros textos son
“Sobre la defensa y difusión de la cultura”, de Antonio Machado, y a continuación una
“Mínima antología del Romancero de la Guerra Civil Española”, de –claro- varios
poetas. No puede ser más significativo. Hay en Babel una voluntad de memoria y de
recuerdo permanente del exilio, de la guerra, que partió el país y lo dispersó y dio lugar
a la España peregrina, quizá la mejor España en ese destierro que era una soledad y
dolor, como levanta de ello acta, por ejemplo, el poeta Emilio Prados en el estremecedor
testimonio que son sus cartas de México. Y América acogió a esta España, España
peregrina, y América desde Babel lo recuerda y la acoge de nuevo, pues publica mis
poemas, como tantas otras revistas, cuando en España no lo hacen. Estoy diciendo
demasiadas cosas, y quizá sea mejor hacer un alto en el camino de las palabras. Un alto
que es solo un descanso o un respiro, para retomarlas, matizarlas, completarlas. En
Babel está el exilio, su memoria, el recuerdo y la presencia de España, una voluntad de
engarce con ella que no es solo histórica, como demuestra que acojan los poemas de un
poeta español vivo, joven, que salen en este número y hoy habla de ello. Babel
representa, por decisión y voluntad clara, una unión y engarce con España que es
resultado natural de la historia y una realidad de cultura, pero que Babel no solo no
tiene presente sino que la ejemplifica. La unión de España y América está también en
este número, pues lo cierran algunos poemas de mi primer libro, Hospital de Inocentes
(y entre ellos dos de los que salieron por primera vez en Revista de Occidente), y
después de ellos y como colaboración final un texto emblemático de Felisberto
Hernández, a quien tanto quiero (“Nadie encendía las lámparas”). Como a tantos
escritores hispanoamericanos. He dicho siempre que la literatura española no es sino la
escrita en español, y que no tiene sentido imponer límites nacionales a la literatura, y
que así he sentido siempre a los escritores hispanoamericanos tan propios y tan míos
como los españoles, como es natural y sabio que así sea, pues la literatura es la lengua en que se escribe. Y así me he formado en mis lecturas tanto con los poetas del 27 como
con los grandes poetas de América, por ejemplo. Y me gusta en este momento
aprovechar para decir que esta unión del idioma español es un milagro y permite la
expresión de una variedad de realidades y matices en concepciones y maneras de ver el
mundo en lo que constituye una comunidad de cultura para la que sería difícil encontrar
parangón. Es una verdad, y Babel la ejemplifica y es fiel a ella. También en lo que
pueden considerarse otros matices de esta rica, inacabable comunidad, como son las
lenguas hermanas de España, y así en otro número tengo el inmenso placer de que mis
poemas se encuentren con los de Salvador Espriu, cuya lectura también me ha formado,
ya que acompañaron e iluminaron mi adolescencia los grandes poetas catalanes como él
(tal Foix, o Vinyoli), del 27 y los hispanoamericanos (y también, digo entre paréntesis,
los poetas neogriegos de la generación de 1930). Y Babel acoge a Espriu, y publica sus
poemas en América junto con los míos, y a la fuerza yo he de sentir que estoy en mi
casa. Borges decía que los hispanoamericanos eran europeos en el destierro, pero a
veces puede dársele la vuelta a una frase, y así resultar cierto que para algunos
españoles el destierro ha sido España, madrastra de sus hijos más verdaderos, como
decía Lope, y la tierra de acogida América. En el exilio, por supuesto, en la España
peregrina, pero también después, en tiempos actuales. Porque la industria de la cultura
también impone omisiones y censuras, y América ha sido libre ante ellas, como las
páginas de Babel.
Este número 44 de Babel se abre con un recuerdo de la ida a Francia, del inicio del
exilio (donde y cuando nació Angelina), y unas palabras de Machado. Angelina preside
el Grupo de Estudios sobre el Exilio de la Universidad Autónoma de Barcelona, y la vi
allí, con motivo de un congreso para el que vino. Teníamos que ir a Colliure a
clausurarlo con unas palabras suyas ante la tumba de Machado, pero un quebranto de
salud le impidió ir y las dio a leer a otra persona, y pasamos la tarde en amistad y
compañía. El domingo pasado fui a Colliure con unos amigos desde el Ampurdán, que
está ya tan cerca. En la tumba de Machado había una placa de recuerdo con el verso que
encontraron al morir en sus bolsillos y todos sabemos: “Estos días azules y este sol de la
infancia”. Yo llevaba en el bolsillo dos poemas, no míos ni de Machado sino de dos
poetas que lo querían: “Colliure, febrero”, de Francisco Giner de los Ríos, y “Epitafio a
Antonio Machado”, de Pedro Garfias, y los leí. Dos poetas del exilio. Recuerdo que
para un homenaje que hicieron a Antonio Machado en el pliego de poesía de El Ciervo
hace muchos años llevé este poema de Francisco Giner de los Ríos, que estaba en la
antología compilada por José María Balcells con el título Poemas del destierro, y que el
director de la revista y el coordinador de esta sección de poesía no sabían quién era. Les
gustó mucho el poema, como es natural, pero no conocían a este poeta –o tal vez este
poema. Y quizá es también ejemplo de las consecuencias y el drama del exilio. Hasta
hace poco, la única edición que había de la bellísima poesía de Giner, que encarna y
representa también como un último eslabón la del 27, era el número que le dedicó la
revista Litoral, que ha realizado una labor ejemplar y es la de editar y dar a conocer las
voces del exilio, en un acto de justicia hacia esta mejor España que allí se dio y de la
que yo hablaba y que muy bien así sentencia como tal realidad José María Amado en las
“Palabras previas” a este número: “Por ello este homenaje es un homenaje más al exilio
que se inició tras la sublevación militar del año 1936, un exilio en que se encuentra
incluido lo más importante de la intelectualidad de este país por aquellas décadas”.
Babel ha sido memoria y voluntad de recuerdo del exilio, acogida a españoles de hoy,
puente con España, puerta abierta de América, acogida ancha y corazón libre. Unión de los países de nuestra lengua, sensibilidad hacia las voces de las otras, en una actitud
plural y ejemplar de cultura. Y esto, claro, no es casual. Se debe a una persona, que es
su director, Juan Riquelme. Detrás de la cultura y de la literatura hay personas, y
también de las iniciativas y empresas culturales, pero creo o me parece que las hay más
en las revistas, y esto es también un elemento que hace que sean una realidad distinta.
Ha sido la sensibilidad y la libertad de pensamiento y afán de justicia y amplitud de
miras del director de esta revista la que la ha hecho ser como es. He hablado a veces del
general pecado de omisión que la industria de la cultura comete a veces hacia alguna
obra de gran mérito, y con el que la ofende, pero a la vez he señalado que en el mundo
cultural se encuentran también espíritus libres, que son sensibles a la calidad artística de
una obra y no al amiguismo o las relaciones y pueden acogerla por sus méritos, y que yo
puedo dar prueba de ello, ya que mi trayectoria pública de escritor se ha dado y ha sido
posible gracias a la acogida de estos espíritus libres, editores a veces y aún en más
ocasiones, como sabemos, directores de revista, como Juan Riquelme, con quien ya me
une una amistad a lo largo, por decirlo como en el poema.
Se me pregunta qué opinión me suscita que Babel sea acogida por una entidad oficial y
tenga su respaldo y también que para acompañarla nazca un blog institucional. Creo que
está bien. Así lo pienso y me sale decirlo. Pero creo que está bien para una revista. Hace
poco volvía a leer un libro que me acompañó en mi primera juventud, que perdí (quizá
por un préstamo que como sabemos en el caso de los libros se vuelven siempre pérdidas
irreparables) y del que siempre he recordado juicios y aseveraciones, pese a no poderlos
volver a leer. Pero los tenía dentro. Es Opio, de Jean Cocteau, que he comprado en una
nueva edición y leído de nuevo. Pasan los años, pero perdura el adentro, y te fijas o te
asaltan las mismas frases o sentencias que te asaltaron entonces. Porque, pese a los años
y los daños, eres el mismo. O al menos de algún secreto, recóndito modo. Y así
recordaba muy bien esta frase que transcribo: “X… rechaza la medalla. ¿De qué sirve
rehusar, si la obra acepta? Lo único de lo que uno puede enorgullecerse es de haber
hecho su obra de tal forma que nadie pueda pensar en una recompensa oficial de su
trabajo”. Y la recordaba porque la compartía y sentía entonces que hubiera podido ser
mía, y no hubiera vacilado en firmarla. Y la vuelvo a leer y así vuelvo a sentirlo. Creo
que los honores, respaldos y reconocimientos, sobre todo si son oficiales, resultan
ridículos para un escritor, y lo manchan, lo infaman. Pero que no es así con las revistas.
Porque las revistas son un bien de todos. No son una vida personal, que se ha de cumplir
–siento- con discreción y hacia adentro, y consistir solo en hacer en soledad su arte, sino
un instrumento privilegiado y dinamizador como no hay otro de la vida cultural de un
país, casi un polen de ésta, y que por ello es justo y está bien que tengan un
reconocimiento oficial, el más alto y posible respaldo de las instituciones de su país, y
que éstas reconozcan así su significación y su papel, su valor, su trascendencia. Es
necesario. Sí. Así lo pienso. Porque las revistas son un bien para todos, para todos han
de ser, a todos han de llegar. Y toda ayuda o respaldo que haga esto más posible, y todo
reconocimiento que se les dé es bueno y está bien, porque la función que cumplen los
merecen. Y por esto me alegro del reconocimiento que ahora se otorga a Babel y siento
muy justo.
He querido quizá, pienso ahora, nada más que exponer algunos de sus motivos en las
palabras que para ellos escribo. Sí. Es lo que he querido decirles hoy.

Muchas gracias. Santiago Montobbio

Barcelona, 1 de junio de 2012

(Palabras escritas a petición de la revista BABEL de Caracas y leídas en la Sala Eugenio
Montejo de la Biblioteca Los Palos Grandes el 2 de junio de 2012 en el cierre del Ciclo
de Tertulias sobre la Edición de Revistas y el lanzamiento del Proyecto Trópico
Absoluto, que implica la digitalización de 50 números de BABEL y la creación de un
blog institucional vinculado a la revista).

Santiago Montobbio

Santiago Montobbio
Foto: Anna Xalabarder

Volvió a escribir

después de 20 años de silencio. Entonces Ernesto Sábato, Miguel Delibes, Juan Carlos Onetti y Camilo José Cela describieron su poesía como honda, misteriosa, envidiable.
Es Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) de esa estirpe de poetas que cosechan el misterio en la cotidianeidad, que se transportan con ligereza a ese otro lado donde está la sombra alumbrada y vuelve sembrado de palabras tan sencillas como poderosas, tan sobrenaturales como humanas.
(María García Esperón)