Todos. O el blanco (Santiago Montobbio)

Oli s/tela, 65 x 100 cm. Cat. nº V329
Lluís Ribas: Los colores del blanco

Todos. O el blanco. En el sentido que pueda dársele al blanco, y que le di –recuerdo ahora- en el libro de arte Los colores del blanco. Citaba a Leonardo (“Aunque el blanco no es un color, es, sin embargo, capaz de convertirse en recipiente de todo color”) y a partir de ahí pensaba en el blanco de la creación, del lienzo, la partitura y el papel, que es él y más que él (“El papel en blanco jamás es sólo el papel en blanco”, empieza el poema que lleva el título de mi primer libro), o todo. Todos los posibles caminos en el arte presentidos, y también los matices y variaciones, de imprevisible riqueza y significación, que el artista puede pulsar y ver en un color, como los inuits que habitan el Ártico en ese blanco, ya que distinguen entre 130 clases de nieve, y tienen un nombre distinto para cada una de ellas. Porque mi respuesta es todos los colores, o, con igual y en ese sentido, el blanco. Los colores de la vida son todos, y todos pueden resultar la respuesta más acertada y que mejor se acompase a nuestro adentro, según los estados de ánimo y el momento, el aliento íntimo del día, y su cruce de luz y sombra. En todos puede haber belleza y misterio. En ellos, y en sus matices. Pienso, sí, en los múltiples matices de un mismo color, en los colores y en el blanco, en el color imposible de los sueños, en el color que el arte cifra y desentraña, enigmático y plural. Del arte y la naturaleza. De los valles y de los ríos, de las montañas, de las bahías, de las playas, de los mares, del bosque, del jardín y los desiertos. De los amaneceres y los crepúsculos. Del alba, la noche y el día. Las calles, los caminos, los pueblos, las ciudades. Los colores de las frutas y los pájaros. De los peces. Del amor y del dolor. De la espera y la esperanza y la maleza de los recuerdos. Los paisajes a la vista y los paisajes del adentro. Pozos, simas, lunas. Espejos. Y los colores de la pintura, pero también de la música y las palabras. Gauguin dice que “el color es enigmático en las sensaciones que nos produce”, “sensaciones musicales que se desprenden de él, de su propia naturaleza, de su fuerza interior, misteriosa, enigmática”, y que “el color es una vibración, como la música”. Así sentimos el color y también su música y la palabra también así sentimos. Porque la palabra también es un color, como también escribir es un paisaje. El espejo y la música de un estado de ánimo, el destello en que brillan por un momento los adentros. La belleza está en todas partes, dice un personaje de La señora Dalloway, y puede estar –siento- en todo color. En todos, y en el blanco que los asume y los contiene. Así pienso en todos los colores y no puedo dar preferencia alguna. Pienso en los colores y los matices que están en la realidad y en los sueños –esa otra punzante, intensa realidad-, las miradas, los recuerdos, y también los que puede cifrar el arte, con los que puede nombrarse y ponerse rostro un artista: los colores que sólo el artista revela y sabe ver, que el arte encierra y que el arte alumbra, hace nacer, aurorales e inéditos, y también los que quedan guarecidos en su misterio y permanecen escondidos, en él siempre posibles y como en silencio contenidos, callados, secretos, infinitos, y que así perduran, como un enigma. O como un poema y su sentido –recóndito y múltiple. Inexpugnable, cifra ya acaso de un lenguaje intraducible. Un latido, un susurro, un aliento que en él no acaba de apresarse ni agotarse, y está siempre así vivo, semilla siempre abierta y hacia un nuevo e impredecible crecimiento cada vez tendida, o a un nacimiento, vida, sí, concentrada e intensa, prístina, única. En los colores y sus matices. Los posibles y los imposibles; los creados y los increados, quizá sólo presentidos o soñados, en su misteriosa posibilidad de existencia encerrados. Sí. Los colores del arte, del misterio y de la vida. De las palabras y los sueños. Corazón adentro. Todos, o quizá el blanco. No tengo otra respuesta.

(Texto íntegro del artículo “Todos. O el blanco” publicado en El Ciervo, Nº 719, Barcelona, febrero 2011, y escrito en respuesta a la pregunta “¿Cuál es tu color favorito, y por qué?”).

Nota de Gaetano Chiappini (Florencia, 18 de abril de 2011)

Foto: Anna Xalabarder

Querido amigo:

He pasado un buen tiempo leyendo y releyendo sus versos – le agradezco mucho el magnífico volumen de pintura sobe el concierto blanco, las traducciones francesas y portuguesas, los poemas nuevos añadidos... una cantidad enorme de poesía... mucha parte de mi jornada está dedicada a ésta que creo un poco la única esperanza... Ya en seguida cuando empecé a leer me di cuenta de la fuerza grande de sus versos como de una alertada llamada, de ansias y de miedos, casi un grito de un poeta-niño que quería exigía la atención de los mayores, de los dueños de la seguridad... un aviso a estar listos para denunciar este mundo de ruinas, muertes, fracasos, enfermedades, pérdidas, olvidos... así he leído leído para comprender cómo una persona buena como lo es este poeta podía enfrentarse con un mundo sin fuerzas para oponerse a esa ruina.... seguramente me he equivocado... pero no estoy tan seguro.... y una poesía tan seriamente fundada sobre una traza duramente simbólico-alegórica (más a. que s.) no desmiente mis impresiones... La cosa me inquieta un tanto como una verdad repentinamente desvelada por una conciencia que aparece pura y límpida. Un niño-poeta limpio tiene muchas capacidades y mucha sensibilidad casi de premonición... y un idealista como yo coge esa sustancia tan grave con cierto miedo... lo que más me llama la atención además es esa fuerza suya poética tan generosa que da más sentido a la denuncia... no sé... serán nuestros malos tiempos... No quiero exagerar pero no puedo no notar repito esa fuerza con que el poeta-niño EXIGE que se le lea aunque no espere convencer a todos los lectores... bajo ese tono mío de elevación del texto se esconde simplemente el deseo de aprovechar hasta el fondo una poesía fuerte y sabia, diría en italiano “accorata” preocupada en el corazón... Vd. dirá que me he equivocado... y yo no exijo nada más allá de la amistad del valioso poeta...

Gaetano Chiappini

Palabras en la presentación de un libro de Santiago Montobbio (Amaranta Sbardella)

Amaranta Sbardella, Glòria López Forcén, Mercè Boixareu, Santiago Montobbio, Francesc Sánchez.


Foto: Anna Xalabarder


¡Buenas tardes!

Antes que nada, quería agradecer a la UNED y a Santiago por haberme permitido participar en este día tan encantador.

Hoy me encuentro entre vosotros en calidad de traductora al italiano de unos poemas de Santiago y también en calidad de extranjera, y me gustaría hablaros un poco de la última producción poética de nuestro autor y daros testimonio (unas cuantas pruebas) de cómo éstos poemas se hayan dado a conocer antes en el extranjero, afortudanatamente para nosotros, los extranjeros.

Hablamos de un largo conjunto de maravillosos poemas escritos en el mes de marzo y en los primeros días de abril de 2009. 

Los poemas han salido en México, Francia (en Francia ya se había publicado Le théologien dissident en 2008 en  Éditions Atelier La Feugraie), Brasil e Italia (antes que en España). En México (revista online El poema seminal)  y en Italia se dieron a conocer gracias a dos revistas, mientras que en Brasil y en Francia se publicaron dos libros, respectivamente Donde tirita el nombre/Onde treme o nome (traducido por Fernando Fiorese, 2010, Claudio Giordano Editor, Sao Paolo) y La poésie est un fond d’eau marine (se acaba de editar, traducido por Jean Dif por la casa editorial du Cygne de Paris)

Tras un largo silencio, la poesía vuelve a resonar en estas páginas de espiríritu transcendido, de conceptos etéreos y matizados. Montobbio se consigna sin armas y sin defensas a la inspiración poética, y se adentra en el misterio de la creación con el entusiasmo sufrido de quien busca la solución a un enigma que muy probablemente solución no tiene. La tensión vibra en las cuerdas del alma y lo impalpable que se percibe y respira en todos los poemas se fija en unos frágiles instantes que cristalizan la evanescencia. Y le dan nuevo y continuo empuje a la pluma, al boli, para que nueva creación se dé. Me encantaría citar aquí un fragmento de un poema de Absurdos principios verdaderos: “las hojas de un cuaderno pueden llegar/ a ser los huesos a los que las palabras/ hagan cosquillas con los mentirosos/ espejos del día”.

Será entonces éste el momento en que la pluma fluya sobre el papel, para consentir al poeta una eterna, pero débil salvación. Como muy a menudo ha afirmado él mismo, la poesía tiene muchos rasgos en común con la soteriología, la ciencia de la salvación.

El poeta, consciente de su soledad (“la soledad es una frontera adonde tirita el nombre” en El anarquista de las bengalas), acepta el peso de un destino amargo  y espectral para encontrar refugio entre las suaves sinuosidades de los versos, entre palabras que se repiten de poema en poema; palabras que delimitan un campo semántico cada vez más orientado hacia la reflexión metafísica.

El arte, la poesía, parecen aplacar la inquietud por la ausencia de un Dios invocado, reclamado, susurrado, que se transparenta gracias a una velada simbología cristiana. El hombre reivindica su sitio de desvelador, el espíritu transciende la carne y vive en la poesía, en el viento, en el aire que sopla.

La mirada de Santiago es una mirada adulta, interrogante, que deslumbra e ilumina unos cuantos objetos, ya no más terrenos.

La suspensión en el lenguaje trasmite la verticalidad y la ascesis de tantos admirables esfuerzos humanos y poéticos, vueltos hacia el claror del alba. 

El lenguaje, más coloquial en las producciones anteriores, ahora se anuda en torno al viento, a la música, al pozo, al alba, a la luna, al reloj, y los demás, las constelaciones humanas que antes poblaban las antologías,  convergen hacia el anularse de otros rostros, hacia el ofuscarse del rostro del mismo autor.

El lirismo de la desolación teme el olvido, el desaparecer de la memoria, pero al mismo tiempo la reclama para sí mismo, dejándola enredada en sus mallas. Y para soportar el tiempo, sus ahogados versos.

Y con esta cita de otro admirable poema de Santiago me gustaría acabar esta breve e imperfecta intervención.

Gracias.

Amaranta Sbardella
(Palabras pronunciadas en la presentación del libro Absurdos principios verdaderos de Santiago Montobbio en el Centro de la UNED de Barcelona el 28 de abril de 2011).


Presentación de Absurdos principios verdaderos en el Centro de la UNED de Barcelona


Fotos: Anna Xalabarder


El pasado 28 de abril tuvo lugar en la UNED de Barcelona la presentación del libro Absurdos principios verdaderos, escrito en 1987, y que contiene poemas en verso y en prosa del profesor de Teoría de la Literatura y magnífico poeta Santiago Montobbio en un acto pleno de calidez y de asistentes.

En la presentación participaron la directora del Campus Nordeste, Dra. Dª. Mercè Boixareu, la profesora Glòria López Forcén, promotora del acto, la señora Amaranta Sbardella, filóloga comparatista e hispanista de la Universidad de Siena que ha traducido la poesía de Montobbio y el editor de Absurdos principios verdaderos, Sr. Francesc Sánchez.

Inició el acto la Dra. Boixareu dando a conocer el perfil del Sr. Montobbio, siguieron unas palabras de la Sra. Glòria López Forcén y del Sr. Francesc Sánchez que presentaron la obra del autor desde el punto de vista de la profesional de la enseñanza y amante de la literatura y desde la visión del editor de obra poética, tema que no parece muy de moda a los no versados en él.

El autor explicó seguidamente a los reunidos el porqué de su dedicación a la poesía y el de la distancia temporal en su aparición en formato libro de Absurdos Principios verdaderos respecto a El anarquista de las bengalas, ambos fruto de su etapa primera como poeta. Él mismo reconoce “veinte años de silencio” entre estas obras y su siguiente producción, La poesía es un fondo de agua marina (2009). El poeta tenía razón al mencionar que alguien dijo una vez que cuando un autor no escribe de forma visible para los lectores/auditores no quiere decir que no trabaje, si no que, en realidad, está almacenando, clasificando, reelaborando el mundo exterior para devolverlo filtrado, limpio de lo accesorio y conformado en enunciados plenos de contenido y de belleza. Eso es lo que ha estado haciendo Montobbio durante ese período.

La Dra. Boixareu, profundizando en la temática, comentó algunos pasajes de la obra acabada de aparecer mientras que la comparatista e hispanista, Amaranta Sbardella, leyó poemas vertidos al italiano y al francés, tras haber explicado las características que más le llamaron la atención al dedicarse al estudio de toda la obra de Montobbio.

Finalizó el acto con un coloquio y una lectura de poemas por parte de Montobbio, la Dra. Boixareu y la profesora, señora López Forcén. Algunos de los poemas que se leyeron formaban parte de la obra inédita en España, eran de la segunda etapa de la poesía de Montobbio, en la que se da un giro temático y se presenta, entre otros, el mundo de la enseñanza: “La universidad de los estudiantes que no aprenden” de Donde tirita el nombre –inédito en nuestro país- caló hondo entre profesores y alumnos. Por otra parte, llamó particularmente la atención la colaboración del autor con el pintor Lluís Ribas en Los colores del blanco, lo que indica que Montobbio no vive en una galaxia autístico-poética sino que se relaciona con otros aspectos del mundo creativo tal como mostró la Dra. Boixareu.

A destacar dos ideas de Montobbio: "Todo lo que podamos decir de la poesía jamás serán más que bienintencionadas tonterías" –del poema Enero de Absurdos principios verdaderos- y "Los poemas se explican por sí solos, o no se explican de ningún modo" —esta última parafrasea una de Salinas — cuyo contenido deja entrever que su actitud poética y personal choca frontalmente con la idea de muchos de que toda poesía conlleva didactismo grandilocuente. Nos colocan ante un poeta que siente repugnancia ante la notoriedad y el abandono del anonimato, y que escribe sin pensar en que algún día será leído, que, sencillamente, escribe porque vive la creación literaria como algo interior, íntimo y propio.

Este fue el fin oficial, el no esperado fue la larguísima cola que se formó con asistentes ansiosos de que el poeta les dedicara la obra que acababan de adquirir aguijoneados por unos poemas que no dejaron a nadie indiferente. Digamos que el público se marchó a casa enfervorizado y lleno de entusiasta admiración por la poesía de Santiago Montobbio.

No queda sino decir un Gracias, Santiago por tus magníficos poemas.

María Luisa Ordóñez, Barcelona, 20 de mayo de 2011
Profesora de la Facultad de Filología del Centro de la UNED de Barcelona

“La poesía se explica sola; si no, no se explica” (citado por Gerardo Diego, Antología Poesía Española contemporánea (Madrid, Signo, 1934).
Ver: http://comunidad-escolar.cnice.mec.es/documentos/salinas/salinas2.html, P. Salinas: Salinas y la expresión del sentimiento amoroso en “Valoración global de su producción poética” en Lectura y Educación. Fecha de captura: 22 de mayo de 2011

El mar está al final de algunos niños



178

EL MAR ESTÁ AL FINAL DE ALGUNOS NIÑOS.
Habita su corazón y es quizá su brújula,
su ritmo, su latido. El mar está al final
de todo lo que resplandece en esta vida.
El mar es una infancia. El mar es la libertad, la música.
Yo quiero ser el mar que te encuentre y te adivine
cuando se despierte la mañana y en tu alma
su ritmo seguir, como un niño
que al final o en su corazón lo cifra.

19 marzo 2009

(C) Santiago Montobbio
La poesía es un fondo de agua marina
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

Para un verdadero poeta todo momento debería


147

PARA UN VERDADERO POETA, TODO MOMENTO DEBERÍA
ser poético, dice Borges en un libro de Diálogos.
Me parece añade que no sabe si esto es posible o si sería
sencillamente soportable. En estos días de marzo
así están siendo todos mis momentos.
De modo continuo, sin descanso. El alma
y la mano trabajan, es una manera de decir,
porque el arte es un destino y no un trabajo.
El alma, la mano, el corazón y la mirada
se entrelazan los dedos en los versos
y los ven en las esquinas y los adivinan
más allá de las ventanas y en el árbol
y en la nube y en el pájaro y así
en todo momento, que es poético. La vida
puede tener esta intensidad, este misterio.
Estos días de marzo son el acta
que de ellos levantan. Los poemas están,
no engañan.

18 marzo 2009

(C) Santiago Montobbio
La poesía es un fondo de agua marina
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

Para un verdadero poeta, todo momento debería

Para el Festival de Poesía "Verso en Nubes"

Foto: Anna Xalabarder
Este jueves 28 de abril, al presentar en el centro de la UNED de Barcelona mi libro Absurdos principios verdaderos, que reúne poemas antiguos –de 1987- y casi todos inéditos, al hilo de la charla que surgía entre los que estábamos en la mesa comenté que había un poema del libro que afirmaba que “todo lo que podamos decir de la poesía jamás serán más/ que bienintencionadas tonterías”, y enlacé al momento con una afirmación célebre y que recordaba más o menos así: “Los poemas se explican por sí mismos, o no se explican de ningún modo”. Es muy tajante, y, creo, de Pedro Salinas. Así lo dije. Y seguí hablando de poesía, es decir, de lo que no se puede hablar y a la vez hay que hablar, pues en verdad sucede un poco como dice Ramón Gaya: “La poesía no acabará de definirse nunca, pero eso no quiere decir que debamos dejar de definirla, sino por el contrario, cada día debemos poder dar de ella una nueva definición o añadir algo nuevo a nuestras definiciones anteriores”.

El poema del que provenía esa cita –las “bienintencionadas tonterías” que luego mencionó con simpatía la catedrática que conducía el acto de presentación, divertida acaso por el arrojo de lo que para ella era quizá una impertinencia- es “Enero”, y la verdad es que es más justo decir los versos completos: “y también acaso he pensado/ que quizá porque en sus posturas nos vaya exactamente la vida/ todo lo que podamos decir de la poesía jamás serán más/ que bienintencionadas tonterías”.

Lo omití como a veces quizá se omite algo por demasiado íntimo, y así pienso que la poesía se hermana con la infancia, y que en ese poema antiguo, en ese poema escrito en enero de 1988 se afirma: “La literatura es una aún no prohibida especie/ de espionaje y delincuencia, y acaso es cierto/ que escribimos por ver si algún verso/ nos consigue recalentar algo de infancia/ y también que lo hacemos contra nosotros mismos/ y un poco como nos es obligado soportar la vida:/ por necesidad y por miedo”.

Quizá sería mejor, para hablar de lo que hablamos, citar sólo los versos o el fragmento que se refiere a la infancia, pero no quiero sentir –como sentí un poco después de citar aquel otro, aislado, el otro día en la presentación- que peco de omisión y lo traiciono o cito mutilado, y por esto reproduzco el pensamiento entero, que como se ve así se matiza, completa, contrasta o anula, como tantas veces pasa. Porque –como empieza uno de mis poemas recientes- “la noche es siempre alba”.

Pero será mejor que vuelva a lo que nos ocupa, y así diré que el enraizamiento de la poesía en la infancia es un sentir antiguo mío, una convicción firme, y podríamos ver los versos de mi juventud poblados de infancias y de niños. Los ejemplos podrían ser muchos. Lo pienso con motivo de una para mí hermosa ocasión, como lo es que se me pida un saludo para el Festival de Poesía Verso en Nubes, invitación que es para mí una alegría y me hace pensar en las bienintencionadas tonterías, en la infancia y los niños que pueblan mis versos antiguos, en el aliento íntimo, la pulsión necesaria y secreta que es la infancia para el artista, el agua, el aire, el pozo del que nace y que precisa como brisa.

Pero es verdad que no sólo los poemas se han de explicar por sí mismos, sino que los poemas pueden explicar un sentir y una vivencia como no pueden hacer otras palabras, palabras que los rodean o con las que podría tejerse una presentación al uso. Así que la abandono al punto, y dejo olvidado este propósito. Espontáneo escribo, y del mismo modo siento que lo que único que puedo y debo hacer es transcribir dos poemas de los muchos que escribí el año 2009 de manera torrencial y tras veinte años de silencio, unos poemas a los que María García Esperón está añadiendo arte y difundiendo de manera preciosa por el mundo a través de El poema es todo. Llevan el número que tienen dentro de su orden de escritura y dicen:

169

HE HABLADO DE LA INFANCIA EN ALGÚN SITIO.
Hay mucha literatura sobre esto, pero yo sólo la he orillado
o apuntado. La infancia es pozo secreto
que sustenta el mundo, aire que entonces puro respiramos
y de algún modo aún nos acompaña, raíz muy última
de nosotros mismos. En los compases más altos de la vida
la infancia perdura. Todo es infancia.
Hoy quería decirlo de un modo sencillo
pero también claro, definitivo.
En ella hundo mis raíces, estoy
de su tierra y sus recuerdos vivo.
Entre las manos, si la acaricio,
tiene el mundo menos olvido.


178

EL MAR ESTÁ AL FINAL DE ALGUNOS NIÑOS.
Habita su corazón y es quizá su brújula,
su ritmo, su latido. El mar está al final
de todo lo que resplandece en esta vida.
El mar es una infancia. El mar es la libertad, la música.
Yo quiero ser el mar que te encuentre y te adivine
cuando se despierte la mañana y en tu alma
su ritmo seguir, como un niño
que al final o en su corazón lo cifra.

Santiago Montobbio

Santiago Montobbio
Foto: Anna Xalabarder

Volvió a escribir

después de 20 años de silencio. Entonces Ernesto Sábato, Miguel Delibes, Juan Carlos Onetti y Camilo José Cela describieron su poesía como honda, misteriosa, envidiable.
Es Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) de esa estirpe de poetas que cosechan el misterio en la cotidianeidad, que se transportan con ligereza a ese otro lado donde está la sombra alumbrada y vuelve sembrado de palabras tan sencillas como poderosas, tan sobrenaturales como humanas.
(María García Esperón)