Si sporge la luna dai tetti
e l’uomo in lei si sporge, è
anche vento che la trasporta e se stesso spinge
sino alla fine della terra, dove la parola
termina o comincia e nell’ombra
applaude e alla luce
si fonde, in una strana musica
che cifra l’uomo, che ne è patria,
come quella luce o quell’ombra o come l’aria,
aria trascesa dallo spirito e trapassata nella luce,
uomo che cerca il suo fondo e la sua naturalezza e i suoi contorni
in processioni di poesie
che palpitano nella verità, nella verità
incomprensibile e ultima
di quest’esistenza assurda, di questo tempo
ferito e fiero
che come una croce si imprime nelle fronti
e non ci abbandona. L’uomo è sempre ultimo,
è sempre canto, è sempre abisso.
Le poesie sono il modo di lambire il suo precipizio.
Se asoma la luna por los tejados
y en ella el hombre se asoma, también
es viento que la transporta y a sí mismo lleva
hasta el fin de la tierra, donde la palabra
termina o empieza y bate palmas
en la sombra y con la luz
se hermana, en una extraña música
que al hombre cifra, que del hombre es patria,
como esa luz o esa sombra o como el aire,
aire por el espíritu trascendido y en la luz traspasado,
hombre que busca su fondo y su naturaleza y sus contornos
en procesión de poemas
que en la verdad palpitan, en la verdad
incomprensible y última
de esta existencia absurda, de este tiempo
herido y fiero
que se graba como una cruz en las frentes
y nos nos deja. El hombre es siempre último,
es siempre canto, es siempre abismo.
Los poemas son el modo de bordear su precipicio.
(C) Santiago Montobbio
(C) Traducción: Amaranta Sbardella