Aurelio González Ovies, José López Martínez y Santiago Montobbio |
El 25 de mayo de 2017 un grupo de amigos de las dos orillas dio la bienvenida al libro de Santiago Montobbio, La lucidez del alba desvelada. El lugar: el corazón de Madrid, la calle de Leganitos cuyo número 10 alberga la Asociaciòn de Escritores y Artistas Españoles, que fuera fundada por la familia de Gustavo Adolfo Bécquer y que guarda recuerdos como inestimables joyas de la historia de la literatura y el arte españoles.
La presencia del poeta asturiano Aurelio González Ovies, la voz del cantautor Ofilio Picón desde Nicaragua, el texto que envió Anabel Sáiz Ripoll desde Tarragona, la presidencia de la mesa de ese hombre de letras que es José López Martínez y la sonrisa y el corazón hospitalario de los asistentes al acto hicieron una ocasión memorable y de la fugacidad del instante la eternidad del significado.
Por mi parte, llegar desde México a ese piso que hablaba al crujir, ver esos muros sembrados de retratos que parecían respirar, sentir y escuchar y reformular la tradiciòn y el pasado, fue llegar a una especie de paraíso y mojarse el rostro y las manos en una fuente de oro. Gracias, Santiago Montobbio por convocarnos con ese buen sentido de la palabra bueno que tu persona y tus letras encarnan como nadie.
La presencia del poeta asturiano Aurelio González Ovies, la voz del cantautor Ofilio Picón desde Nicaragua, el texto que envió Anabel Sáiz Ripoll desde Tarragona, la presidencia de la mesa de ese hombre de letras que es José López Martínez y la sonrisa y el corazón hospitalario de los asistentes al acto hicieron una ocasión memorable y de la fugacidad del instante la eternidad del significado.
Por mi parte, llegar desde México a ese piso que hablaba al crujir, ver esos muros sembrados de retratos que parecían respirar, sentir y escuchar y reformular la tradiciòn y el pasado, fue llegar a una especie de paraíso y mojarse el rostro y las manos en una fuente de oro. Gracias, Santiago Montobbio por convocarnos con ese buen sentido de la palabra bueno que tu persona y tus letras encarnan como nadie.
María García Esperón