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LA BERENJENA ESTALLA. LA TIERRA DUERME
y de pronto en el paladar toma
su verdadera esencia. La berenjena,
el calabacín, la calabaza. Los tomates,
las patatas. No es
una lección de cocina este poema sino
sólo un canto a la naturaleza, a sus elementos
y las fuerzas que en ellos se congregan. El sol
y el aceite son hermanos y en el Mediterráneo
quiero tenderme en una parra
en el verano, en Sicilia o en Mallorca,
en Ampurias, y sentir cómo
canta aún Grecia entre las venas.
Los dioses se olvidaron pero dejaron todavía
algunos sitios privilegiados en que sentirnos hombres
como la berenjena que en el paladar estalla, el tomate
pleno, aceite y sol que los cabellos dore
sobre la brisa que en el alma el mar esparce.
Continúe la vida en su temblor, en su misterio,
y sobre algún poema alguna vez
como un fruto o una semilla yo la engarce.
(C) Santiago Montobbio
Hasta el final camina el canto