En su blog La nave de los locos, Fernando Valls ha dedicado la entrada del 28 de diciembre de 2012 a Santiago Montobbio y a su libro de próxima aparición "Los soles por las noches esparcidos".
I
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ESCRIBO SOBRE ESTE ACANTILADO DE TU RECUERDO O SOBRE EL ÚLTIMO MAR DE MI NOSTALGIA. Escribo hacia ti y con la sombra a cuestas, o escribo triste, o escribo libre y sin dirección precisa pero hacia la vida y hacia ti y hacia la única vida que eres tú para mí, una vida secreta y última, la más verdadera, la más honda, la más fresca. Escribo. Escribo de nuevo. Y no escribo igual, soy yo en eso, me miento y no te alcanzo y nada logro sino sufrimiento y sueños. Escribo sobre el ala rota de una gaviota y no estás tú. Escribo pero no escribo, porque no te alcanzo, ya te lo digo, no te cumplo aquí, en el papel, y por eso sólo el silencio reina o existe de veras, un silencio que te cubre y que me anega y sobre el que la vida se traspasa y en el que quizá podría decir que ya estoy muerto.
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II
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Escribo y he escrito las pasadas líneas y acaso son un poema o tienen de poema, y recuerdan a como era mi escribir cuando escribía. Esto quizá es inevitable. Esto, quizá también, demuestra su inutilidad o su mentira, o, al menos, su fragilidad tan íntima. No lo sé, y me da igual saberlo. Rompo el silencio y aun así no se rompe, no está roto. Estoy atado a mí mismo, a mi yo antiguo, y a la vez soy otro. Hacia tu amor soy otro y lo inundo todo. El amor mueve la tierra y persigue el aire. El amor es plena fruta, un redondo sueño y sólo por amor puede volver el arte y hacerse hecho, ser presencia. Pero el amor y el arte se escapan tal agua entre los dedos. El arte ya no es nada, el amor inunda y no se marcha pero no se alcanza, el silencio es un muro por el que no trepo o soy hiedra que en él se agarra y queda allí atrapada, dormida. Silencio sobre la vida y sobre el mundo y nada que decir sobre él. Silencio sobre el silencio, rotura todo, esta vida seca, que en este anegarse se cumple y se marchita, se queda en nada. Silencio, tiempo y nada: sobre él el olvido me recubra, y una soledad inmensa diga su nombre al final de todo, detrás de nada, sobre mi rostro último, sin papel ni calle, en el aire triste.
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Foto: Anna Xalabarder |