Por orden de aparición: así estaría bien poner


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POR ORDEN DE APARICIÓN: ASÍ ESTARÍA BIEN PONER
los poemas que estos días escribo, seguidos
y al hilo de como me salen, de la rueca
de la poesía de su luz. Rueca antigua
que de nuevo las palabras hila. Al empezar
a desatarse ésta y los poemas ser cuantiosos
he comenzado también a numerarlos, para que ese orden de aparición
no se pierda. Porque quizá sea una indicación,
un signo. Quizá, sí, estaría bien juntar las palabras
en el orden en que han surgido, según la sucesión
en que han brotado, agua oscura y clara.
Así los poemas van seguidos, se suceden
en sus motivos y en sus ritmos, se completan
y persiguen en su música. De un poema nace otro,
a veces son poemas por un mismo latido hermanados,
y el orden de aparición permitiría ver cuánto tienen de música
que se entreteje y se anuda (he utilizado ya estos verbos, pero son precisos)
y se entrelaza y vuelve en sus motivos. Al fondo de esta música
está la poesía. La poesía es un fondo de agua marina.
La poesía es también una gruta en la que sin señales
ni linternas ni equipo yo me adentro. La poesía
es madriguera, fuente que mana, latido que puede seguirse
tal y como va saliendo. Ya lo he dicho pero quiero repetirlo:
la poesía es un fondo de agua marina. En él
me adentro, navego y crezco. Sobre sus pasos
desando el tiempo y también avanzo. Respira el mundo
y se cifra la vida. En este fondo me sucedo,
me hallo. Sí. La poesía es un fondo de agua marina.

19 marzo 2009


(C) Santiago Montobbio
La poesía es un fondo de agua marina

Voz: María García Esperón
Música: L. EInaudi
MMXI

Santiago Montobbio

Santiago Montobbio
Foto: Anna Xalabarder

Volvió a escribir

después de 20 años de silencio. Entonces Ernesto Sábato, Miguel Delibes, Juan Carlos Onetti y Camilo José Cela describieron su poesía como honda, misteriosa, envidiable.
Es Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) de esa estirpe de poetas que cosechan el misterio en la cotidianeidad, que se transportan con ligereza a ese otro lado donde está la sombra alumbrada y vuelve sembrado de palabras tan sencillas como poderosas, tan sobrenaturales como humanas.
(María García Esperón)