La poesía es un fondo de agua marina

Notas a la edición francesa. Editions du Cygne. Traducción: Jean Dif




* Fragmento de la Nota a la edición

Hacia febrero del año 2009, y después de veinte años de silencio (porque el arte es misterioso), vi que volvía a escribir algún poema. Una prosa que no se sabía si era ya poema, entre otras, algún poema algún día, como pasos previos que anuncian y vuelven a un camino, y luego, ya el 12 de marzo, diez poemas, y a partir de ahí muchos poemas cada día. Yo no sabía, esos días de febrero, al empezar a escribir, cuánto iba a escribir. Quizá algunos poemas, un grupo, un pequeño libro. No sabía. Pero al ver que fluían de manera constante y copiosa, cada día, al levantarme sacaba hojas en blanco, y empezaba el primer poema del día con el número 1, y así seguía. Según el día llegaba al 15, al 27, o al 32, o al 40. A veces, claro, escribía en alguna de las libretas pequeñas que para conmemorar los 25 años de la Agencia Española de Cooperación en Nicaragua allí habían hecho, y que me había dado mi hermana Elena, que era su coordinadora, o en algún otro papel volandero. Recuerdo, por ejemplo, que el poema número 24, el de “El poema es erosión y pérdida”, y tantas cosas, fuerzas, heridas y elementos, lo escribí mientras andaba por la Vía Augusta, tras salir de la consulta de un médico al que acompañé a mi madre, y que sólo tenía para hacerlo un minúsculo e incómodo bolígrafo de la agenda de ella y el libro que había llevado para mitigar la espera a cuya sala da nombre y que era –lo recuerdo- Pasos en la nieve, de Rémy de Gourmont. Así que ese original está allí. Tuve que apoyarme algún momento en algún árbol. También tuve que pararme otro día en un banco de la Diagonal para escribir el poema que da título a este libro y al que después me referiré, tras salir de acompañar de su sesión de recuperación a mi madre. No dudas, me dijo, tras ver el modo –la rapidez, la urgencia, el seguir exacto de un dictado- en que lo escribía. Pero, en todo caso, fui numerando los poemas y pasándolos en el ordenador según este orden natural en que se escribían. Fueron 438 en tres semanas de marzo y unos días de abril. Luego, en verano y otoño, volví a escribir otros 500, hasta alcanzar un total de 942. Pero esta segunda etapa no está aquí ya contemplada.
Santiago Montobbio

Santiago Montobbio

Santiago Montobbio
Foto: Anna Xalabarder

Volvió a escribir

después de 20 años de silencio. Entonces Ernesto Sábato, Miguel Delibes, Juan Carlos Onetti y Camilo José Cela describieron su poesía como honda, misteriosa, envidiable.
Es Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) de esa estirpe de poetas que cosechan el misterio en la cotidianeidad, que se transportan con ligereza a ese otro lado donde está la sombra alumbrada y vuelve sembrado de palabras tan sencillas como poderosas, tan sobrenaturales como humanas.
(María García Esperón)